Por Milagros Rojas – @prof.milagrosrojas
Llegó el mes de septiembre, llevamos seis meses en resguardo desde que comenzó la pandemia y seguimos con las medidas que se impusieron en nuestra cotidianidad para preservar nuestra salud. Podríamos pensar que ya deberíamos estar adaptados, sin embargo escuchamos frecuentemente a la gente expresar que se sienten cansados e inclusive que trabajar desde casa en un computador, que sonaba tan atractivo antes de la pandemia, ya comienza a ser agotador.
Los niños y adolescentes también han sufrido cambios significativos en su cotidianidad al tener que incorporarse a una nueva forma de aprender y sería conveniente preguntarse ¿Cómo les ha afectado «estar en el colegio» desde casa?
Cuando todo esto inició, las autoridades educativas se dedicaron a establecer las estrategias para dar continuidad al año escolar, dando paso a las clases online. En esta nueva experiencia educativa, padres y docentes también se abocaron con gran esfuerzo a que los chicos continuaran con su formación académica. Los padres por su parte, siguen de cerca el horario de las asignaturas de sus hijos y están pendientes de que «asistan a clase» y no se dispersen en otras ventanas del computador; mientras que los profesores, se esfuerzan más de lo que comúnmente lo hacían, para mantener el interés de sus estudiantes por sus clases, a través de la pantalla. Sin duda para estos padres y docentes ha sido una tarea difícil y agotadora.
Para nuestros niños y adolescentes, razón de todo este esfuerzo, el asistir todos los días al colegio a aprender estaba estimulado por el encuentro e interacción con sus pares con quienes intercambiaban horas de juego y conversaciones ajustadas a sus edades e intereses. Estas actividades tan importantes para su proceso evolutivo que les permitía desarrollar su imaginación, explorar su medio ambiente, desarrollar su creatividad y habilidades socioemocionales, ya no están. Su vida escolar quedó sujeta a la conexión y desconexión del computador, para entrar y salir de clases, el resto del día permanecen en el mismo espacio físico con adultos que aunque lo deseen, no pueden compartir todo el tiempo con ellos porque están en el cumplimiento de sus trabajos online.
Sin duda alguna, es importante comprender que lo experimentado por los niños y adolescentes, no es simplemente un cambio en el lenguaje diario o de la forma de hacer las cosas. Ellos, aunque no lo expresen de la misma manera que lo hacemos los adultos, también están siendo afectados y seguramente están cansados mostrándose en ocasiones tristes, malhumorados e inclusive con poco deseo de aprender, situación que se convierte en una gran preocupación para sus padres.
La pandemia nos tomó a todos desprevenidos, pero hemos hecho todo lo que ha estado a nuestro alcance para seguir funcionando. De inmediato soltar un poco las preocupaciones por el rendimiento escolar de nuestros hijos puede aliviar las tensiones. Recordemos que el aprendizaje es un proceso que se produce en los individuos de forma particular y a distintas velocidades. En estos momentos es importante mostrarse más pacientes, ya que esta contingencia ha privado a nuestros niños y adolescentes de las condiciones óptimas para el aprendizaje.
Resultará más útil hacernos de las herramientas que nos permitan apoyarles en esta nueva forma de aprender y sobre todo para brindarles un ambiente en armonía que permita mantenerlos motivados. Dedicar un tiempo para conversar con ellos de temas de su interés, jugar o inclusive para ver la televisión juntos, puede ayudar emocionalmente a todos, favorecer la motivación de nuestros hijos y con ella su deseo de aprender.
El secreto del aprendizaje es el deseo de aprender. Cada uno lo tiene a su manera. … Y mientras más noble la motivación, mejores serán los resultados del aprendizaje.
Jorge Cela SJ