Por: Milagros Rojas – IG @prof.milagrosrojas
Desde que nacemos se inicia la cuenta de nuestra vida. En principio nuestros padres comienzan a contar por nosotros: “tiene 5 días de nacido o nacida”, “ha cumplido 2 meses”, incluso nuestros primeros años los expresan en forma casi exacta … “tiene 3 años y 9 meses”. Y así nos acostumbramos a que nuestra vida esté acompañada de los números. Luego, nosotros continuaremos con ese conteo.
El significado de contar
Cuando éramos pequeños, contar no significaba mayor problema, a menos que tuviésemos que resolver una compleja tarea del colegio. Luego vamos creciendo y el contar nos va añadiendo inquietudes. La cuenta que tal vez llegue a preocuparnos más, además de una deuda o la de los ahorros, es la del tiempo de nuestra vida.
La mayor parte de la vida va pasando y poco nos damos cuenta de eso. Cuando somos adolescentes y más adelante adultos jóvenes, nos dedicamos a estudiar y trabajar para estar listos para un futuro del cual no sabemos nada, pero para el que todos, de una forma u otra, recomiendan prepararse. En ese recorrido van pasando los días, los meses e incluso los años. Nos detenemos un poco frente a eventos personales buenos o malos, o frente a los ajenos en los que de alguna manera estamos involucrados, pero luego seguimos.
Continuamos contando: las horas para incorporarnos a las labores diarias o salir de ellas, los días para entregar un proyecto, o para que termine una semana muy agitada. Se nos hace eterno cuando llevamos el conteo de los meses para que lleguen las tan anheladas vacaciones, y si hemos llegado a la época de ser padres, contamos los años para que nuestros niños crezcan y se vuelvan más independientes. Supuestamente cuando eso llegue podremos vivir nuevamente nuestra vida. En ese contar y contar, nuestra vida va transcurriendo sin darnos cuenta, con la aparente sensación de tener el control de todo. Pero lo que realmente ocurre es que el llevar esa cuenta, nos va poniendo cada vez más lejos de vivir el presente.
Los números son infinitos, nuestra vida no
Hay una etapa de la vida, que no tiene edad, en la que algo pasa en nosotros y comenzamos a sentirnos con cierta preocupación por lo que hemos deseado y creemos que aún no ha llegado. Pensamos en la pareja soñada, las vacaciones perfectas, la casa o el auto que siempre hemos querido. Es posible que algunos de esos pensamientos los hayamos logrado o tal vez no. Lo cierto es que la mayoría de nuestros deseos están idealizados y tal vez enfocados fuera de nosotros, y creemos que si se cumplieran seríamos más felices. Comienza de nuevo el conteo, y es posible que al mirar hacia adelante en el tiempo, nos dé la sensación de que se va haciendo corto y debemos apurarnos, llenando nuestro presente de mucha angustia.
La vida es finita, se acabará en algún momento, nadie sabe cuándo. Por lo tanto, creo que cuando ese llamado o sensación llegue a nuestra vida, en vez de correr y acelerar nuestros pensamientos, será mejor detenernos y dejar de contar para dedicarnos a VIVIR. Continuemos con nuestros proyectos, con nuestros trabajos y obligaciones, pero restemos de ellos eso que nosotros le hemos atribuido y que nos impide disfrutarlos. Y ojalá, que nos acompañe la intención de vivir minuto a minuto, haciendo de él, el mejor posible.