Ilustración por @kipper_art (Rafael Angulo) – Texto: Un Puertovarino
Entre mañanas escarchadas, tardíos amaneceres y tempranos atardeceres; llegamos a mitad de año. El sexto mes de este 2022 que sin dudas ha tomado vuelo, una sensación que hemos tenido muchos y que en parte tiene mucho que ver con esta época post pandémica que aún nos tiene alertas y en muchos casos perdidos con las fechas. Conversando con un amigo, al final todos perdimos un poco la noción del tiempo; esto lo hice el año pasado… no, el anterior… y así. El enemigo invisible definitivamente ha cambiado nuestras vidas.
Aquí en Puerto Varas también han cambiado muchas cosas. Pero no desde ayer; es un fenómeno que viene acrecentándose hace años y que el último tiempo llegó a cifras impensadas. Me refiero a la gran cantidad de personas que seducidas por la belleza del sur, sus postales de ensueño y su fama de tranquilidad y buena vida; han decidido radicarse en la ciudad. Y lo primero que quiero manifestar sobre este tema es que me parece perfecto. Si se tienen las posibilidades y es una elección de vida ¿Quiénes somos nosotros para juzgarlos?
Lo que no está bien es que nadie, pero nadie se la vio venir (¿o miraron para el costado?) y finalmente hoy tenemos una ciudad colapsada, con una depredación de parcelaciones, tacos kilométricos, escasos cupos en los colegios, quiebres de stock y tantos otros problemas más; para quienes siempre vivimos aquí y para los que llegaron.
Como puertovarin@ puedo decir que no estamos acostumbrados y que Puerto Varas ya no es el mismo, pero creo firmemente en nosotros y en los “nuevos”. De nosotros depende hacer de nuestros días más alegres, más amables, tomarnos las cosas con calma y entender que al fin y al cabo, que todos deseamos lo mismo: vivir en un ambiente acogedor para nuestros hijos, un lugar de encuentro, de fraternidad, donde no importe el origen; si no a dónde vamos. Lo que somos y lo que queremos ser.
Ojalá quienes deban encontrar formas de mitigar el impacto de las problemáticas antes descritas; puedan lograrlo. Nosotros, por nuestra parte solo podemos poner nuestro granito de arena; con más paciencia, con respeto, poniéndonos también en el lugar del otro; en todos los casos.
Ojalá las campañas como el tocar bocina para saludar se multipliquen. Ojalá volvamos a mirarnos a los ojos y sonreírnos. Ojalá no miremos al pasto del vecino pensando en que está más verde, si no; miremos el nuestro; y pensemos en cómo hacer para mejorarlo.