Texto por: Seba Schirmer L. – Ilustración: Kipper Art (Rafael Angulo)
Diciembre, el último mes del año, el primero de lo que podríamos considerar un verdadero verano en Puerto Varas. Momento de celebraciones, descansos, el día más largo del año y la esperanza de un nuevo año mejor que este, qué, sinceramente, no veo muy difícil (a menos que haya una invasión alienígena o Godzilla aparezca en el lago).
Escribo esto en plena cuarentena de fin de semana, con una ciudad tranquila y silenciosa, con muy poco tráfico y gente en las calles. Sinceramente creo que no es tan malo que hayamos pasado a fase 2, es un recordatorio que el mundo sigue bajo el flagelo del virus y que no debemos bajar la guardia. Puerto Varas no es excepcional, todos podemos contagiarnos y contagiar y por ello debemos mantener las condiciones mínimas de seguridad y salubridad. El cambio a fase 2 es un balde de agua fría para aquellos irresponsables de siempre, para los que relajan el control, para una administración municipal vaga, para recordarnos que ahora mismo personas en todas partes del mundo sufren y mueren por el descuido de ellos y su entorno. En uno o dos años no nos acordaremos, con vacunas eficientes, pero ojalá que esta vez, a diferencia de los terremotos e incendios, aprendamos de verdad y que algo de las medidas que tenemos hoy las mantengamos. ¿Cuántos casos menos de influenza o gripe habría si mantenemos costumbres como el lavado recurrente de manos y el uso de mascarillas en lugares públicos atochados como micros o aviones? ¿Cambiar el saludo de beso con gente que no es cercana por el saludo de manos? La resiliencia debe venir acompañada de un aprendizaje, y que en estas fiestas del solsticio, navidad y fin de año sean un momento de construir nuevas costumbres, de celebrar la vida y que el sol está en su zenit. Celebremos con responsabilidad, con amor y, sobre todo, con consciencia por nosotros, el otro y nuestra amada ciudad.
P.S.: ¡Y no atochemos los malls en la fiebre pre-navidad!