Texto por: Seba Schirmer L. – Ilustración: Kipper Art (Rafael Angulo) @kipper_art
Cuando leas esto estaremos en pleno marzo. Las clases habrán empezado con nuevas formas extrañas y poco intuitivas, pero como padres que trabajamos, extrañábamos (uno de los principales costos familiares en esta pandemia ha sido cuidar de los retoños y trabajar al mismo tiempo). También se acerca la elección, donde elegiremos a un cerro de gente, pero que, siendo objetivos, los únicos que nos impactaran directamente son concejales y alcalde, dado que son los que administrarán y fiscalizarán un Puerto Varas en constante mutación.
Marzo era antaño un mes de volver a una fría realidad, de que las vacaciones para muchos se acababan, especialmente los niños, de que el verano de a poco se empieza a ir; pero en medio de esta pandemia marzo parece ser una continuación de unas vacaciones truncadas (y con niños, todo lo contrario a vacaciones); un verano que, al menos al inicio de mes, parece no querer irse. Este marzo llega una realidad más negra que el solo hecho de que se acaben las vacaciones, tenemos un marzo con peaks de contagios, un marzo en que los recursos menguan en una sobre-exigida economía, especialmente en una ciudad turística como la nuestra, donde no se ha podido equilibrar el comercio con la pandemia.
Llega marzo con más vacunas, segundas dosis y la esperanza de que, a pesar de los altos índices de nuevos enfermos y pocas camas, logremos eventualmente salir de esto. Finalmente la nueva normalidad ha llegado con marzo, una normalidad que implica indiferencia a números que hace un año nos escandalizarían, pero que hoy es parte de un periodo oscuro pero transitorio.
Debo cerrar una cuenta bancaria, por una empresa que no prosperó. El banco no me responde y como todo en este periodo, queda en el limbo entre los antiguos estándares y los de una crisis sanitaria que perdió su carácter de emergencia. Cerrar esa cuenta y sus problemas son el signo de los tiempos.