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Por: Víctor González Frías – Libros Mackay
“Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz, la gente educa para la competencia y este es el principio de cualquier guerra. Cuando eduquemos para cooperar y ser solidarios los unos con los otros, ese día estaremos educando para la paz.”
María Montessori, “Educación y Paz” edit. Altamarea 2022
Al leer el título de este artículo puede resultar un contrasentido, dado que el acto educativo no será posible si no se da en un contexto de respeto y paz.
En el año 1964 el profesor, poeta y pacifista español, Llorenç Vidal, decidió llevar a las salas de clases los principios de una educación inspirada en una cultura de no violencia, de resolución de conflictos, de paz y sana convivencia. Esta iniciativa inédita, no gubernamental, independiente y voluntaria, surgió como un compromiso con los valores de tolerancia, solidaridad, concordia, respeto y Derechos Humanos, inspirando a cientos de paises a adoptar este paradigma como eje central del proceso de enseñanza y aprendizaje.
En Chile cada 19 de agosto se conmemora este hito, constituyendo un llamado a la conciencia y la acción en materia de respeto y tolerancia.
Los establecimientos educativos y especialmente la sala de clases, hoy más que nunca, deben constituirse como laboratorios de aprendizaje social con ambientes inclusivos, diversos y tolerantes, donde la diferencia resulte nutritiva y edificante, y las acciones y el lenguaje estén al servicio de relaciones sanas y democráticas.
Connotados educadores como la Italiana María Montessori o Gabriela Mistral, Humberto Maturana, o la psicóloga Neva Milicic en nuestro país, han recalcado que la paz, no es la simple ausencia de conflicto; sino que constituye un “concepto positivo de reforma social y moral constructiva”, cuya realización pasa en gran medida a través de una reestructuración profunda de los métodos pedagógicos y de la enseñanza escolar, recordándonos que la paz en un legado de esfuerzo colectivo.
Al mirar los conflictos de Europa, Medio Oriente, África Subsaharina o los estallidos sociales de América Latina, debemos comprender que el aula dentro de una mirada sistémica es constantemente tocada e influida por los distintos contextos sociales, históricos, culturales y familiares, lo que repercute en las relaciones que se dan en su interior.
En 2010 el biólogo celular estadounidense Bruce Lipton revolucionó el campo de la ciencia. Descubrió que una célula puede vivir un tiempo sin núcleo, pero muere instantáneamente si pierde su estructura circundante. En tal sentido quizá podríamos preguntarnos si la acción educativa que no considera la “estructura circundante” del alumnado es útil para la vida.
Una perspectiva sistémica de la educación para la paz, supone ir más allá del colegio, superar la mirada de lo tangible para descubrir lo invisible: la constelación de relaciones humanas que rodea a cada una de las personas que forma parte de la clase. El paradigma sistémico considera que en los bancos de cada sala, no solo está sentado el alumnado, sino que toda su cultura y sistema familiar, que debe ser honrado e incluido.
La Mirada Sistémica en la Educación, tiene su origen en el trabajo sobre “Constelaciones Familiares”, desarrollado por el Filósofo Alemán Bert Hellinger, quien identificó las leyes imperceptibles de las relaciones en los distintos sistemas familiares. A estas leyes las llamó “Órdenes del Amor”.
Cada estudiante está condicionado por sus circunstancias (que podrían ser temporales), y su impacto dependerá de lo que estas le permitan. Ir más allá, o esperar más, generará frustración, expectativas inalcanzables o sentimiento de impotencia.
La educación para la paz no es una opción, sino una necesidad urgente que toda institución educativa debe asumir.
El mensaje básico de esta efeméride consiste en internalizar que el el amor universal es mejor que el individualismo, la No-violencia es mejor que la violencia y la PAZ es mejor que los enfrentamientos y la guerra.
Víctor González Frías
Editorial Mac-kay