Nuestra columnista la Dra. Marcela Gallo F. nos trae una nueva entrega en la edición de agosto. / Ig @marcelasexologa
Existen varias razones por las cuales una persona pudiese acudir a una cita de sexología. En el caso de los hombres, el tiempo de desempeño y la calidad de éste, parece ser los más preocupante; para las mujeres, los dolores y el control de fertilidad son motivos de consultas frecuentes. Sin embargo, hay una causa aún más frecuente y transversal a ambos sexos… la búsqueda del Deseo Sexual.
Desde tiempos inmemorables, los seres humanos hemos probado un sin fin de técnicas diversas en un intento de más pasión y deseo, otorgándole incluso poderes místicos peculiares a algunas especias y alimentos, y ensayando los secretos más variados. Pero, ¿cuánto de esto es verdad? ¿Qué posibilidad tenemos de despertar ese instinto natural utilizando métodos especiales?
El Deseo Sexual se define como la presencia de fantasías eróticas y motivación para acceder a las relaciones sexuales o a la autoestimulación. Se diferencia de la excitación, siendo esta los cambios corporales que se experimentan cuando hay estimulación sexual externa o interna (fantasías); ambas pueden ir de la mano, pero los estudios demuestran que no siempre es así, por lo que por ejemplo el nivel de erección o la cantidad de lubricación no son directamente proporcionales al nivel de deseo, tomando en cuenta que existen variados factores asociados a éstos.
Isabel Allende dice en su libro Afrodita “el único afrodisíaco verdaderamente infalible es el amor. Nada logra detener la pasión encendida de dos personas enamoradas” ¿es entonces que el amor se nos va acabando de a poco y por eso el deseo sexual por nuestra pareja, frecuentemente se va ausentando con los años? Si buscamos esa respuesta en la ciencia, encontraremos que el misterio del deseo ha sido uno de los más asiduos causantes de interés por los científicos sexuales y también lo ha sido el tema del amor. Luís García Vega y Laura García-Vega Redondo en su libro Amor, deseo y pasión indican “aquellos que creen que tan solo la pasión es el verdadero amor, se confunden (…) el amor es el sentimiento que acompaña a dos personas que se atraen y deciden compartir un proyecto de vida conveniente a los dos y con el que se comprometen a colaborar por igual” este proyecto de amor incluye la compañía, la comunicación, la fidelidad, el afecto, la disposición y la capacidad de resolver los conflictos que tengan solución. Queda entonces concluir y aclarar que el amor y la pasión son estados diferentes, siendo ésta última un estado transitorio de las etapas iniciales del amor y que caracteriza la etapa del “enamoramiento”. Entonces, seguimos preguntándonos ¿está todo perdido a medida que pasan los años? La respuesta es categóricamente No, pero sí puede ser distinto, eso depende de muchos factores.
“No existe un fórmula única, pues todos somos diferentes”
Durante la terapia sexual ahondamos en diversos aspectos de la persona, antes de realizar cualquier tipo de indicación apresurada. Como seres humanos, dado la compleja máquina de procesos que nos componen, el deseo sexual debe ser analizado en todas las aristas de nuestra naturaleza, ya que cada una de ellas incide en cierta medida en la presencia o ausencia de este instinto tan añorado. Existen aspectos del ámbito biológico, psicológico, social, educacional y de pareja, que son importantes evaluar. Una vez que estos aspectos han sido analizados médicamente y descartadas patologías o situaciones que pudiesen estar afectando el deseo de forma directa, se inician acciones relacionadas a aumentar el deseo en la pareja. Es por ello que no existe una receta de cocina ni fórmulas milagrosas, todo debe ser considerado de forma particular.
Me permitiré saltarme algunos protocolos y les dejaré algunos consejos entre líneas:
La discordia no es amiga del deseo
El cansancio no es amigo del deseo
El estrés es enemigo del deseo
La monotonía aburre el deseo
La falta de comunicación dificulta el deseo
La falta de afectividad aleja el deseo
El déficit de educación sexual inseguriza el deseo
Seguir haciendo lo mismo, o no hacer nada, perpetúa la falta de deseo.