Extranjero: ¿Cómo en casa?

Una mirada para reflexionar y comprender el fenómeno de la inmigración y sus matices.

Por: 

 José Antonio Buyón Quijada – Abogado, Dr. en Ciencias de la Educación (Magíster en Educación Superior) – Profesor

Antonio José Chadd Badra – Abogado, Dr. en Ciencias de la Educación (Magíster en Orientación de la Conducta) – Profesor 

Desde tiempos remotos se ha vivido el fenómeno migratorio en las distintas civilizaciones; podríamos citar los relatos bíblicos relativos al exilio Judío producto de la conquista del rey Nabucodonosor II del reino de Judá prolongado por cincuenta años, de manera que la diáspora parece estar enmarcada en un ciclo de la vida del hombre que va enlazada a otros factores que la motivan, aunque ésta contraríe la voluntad de los individuos que se ven forzados a emprender nuevos rumbos en su vida. Hoy en día siguen dándose, en mayor medida quizás, los eventos migratorios tanto particulares como en masas, podría ser que la globalización y el capitalismo han ejercido una presión social tal, que se haga indispensable la búsqueda de nuevos estilos de vida; cónsonos con los atractivos estándares y niveles de subsistencia que se venden.

Lo cierto es que, a pesar de ser un acto racional; cargado de sueños prometidos y metas por cumplir, también lleva consigo un elemento íntimo, intrínseco que no tiene cura sino que se hace llevadero: el arraigo. Ese sentido de pertenencia que se traduce en cultura e idiosincrasia se llega a entender como la esencia del ser, del sujeto vinculado a su nación, y lo que en un principio se percibiría como un duelo por haber dejado la patria, se convierte en un sentimiento inquebrantable que se asume como llevadero, como un estilo de vida, cuya dinámica se basa en dar lo mejor en un lugar, desarrollarse en su interacción, pero conservar las añoranzas del espacio natal.

Es así como, abandonar el lugar de procedencia puede obedecer a muchas circunstancias: el exilio, expatriación, emprendimiento, entre otros. La búsqueda de mejores condiciones de vida y políticas de gobierno que se ajusten a las metas y proyectos de los administrados sigue siendo incesante; algunas más flexibles que otras, algunas con pilares basados en el crecimiento económico y otras en otros factores como la seguridad ciudadana, sostenibilidad y trascendencia de las tradiciones. Esto nos lleva a reflexionar que, en cada rincón del mundo puede haber un lugar en donde se puedan ver materializados nuestros anhelos en concordancia la concepción de calidad de vida y felicidad que se tenga. Ese fragmento de territorio que se elija estaría cargado de una historia, tradiciones, costumbres, idiosincrasias, normas y políticas que dan cabida a las pretensiones de cada cual.

Dicho de este modo, se podría asumir que el fenómeno migratorio siempre estaría motivado por una búsqueda de superación, sin embargo no siempre es así; no siempre se emprende un camino desde la voluntad, sino muchas veces desde la necesidad, y a veces desde la necesidad de huir; y esto es una circunstancia dolorosa que asumen muchas familias. Pero cabría preguntarse: ¿Huir de qué o de quién?, pues, hay casos en los que se hace menester la evasión de algunos sistemas nocivos, que atropellan, que castran los ideales del hombre y llegan a matar el alma del ciudadano común.

Las culturas judías, por ejemplo, saben bien de esto; esclavitudes de manos de faraones, destierros, holocaustos, y toda una serie de perturbadoras experiencias que la historia ha reseñado con celo. La dinámica humana en línea con sus ambiciones y posiciones férreas siempre ha obligado al hombre asumir estos eventos; exigiendo flexibilidad y aceptación cuando llegan los vientos de cambio en la vida de cada quien, ¡Cuánto estrés genera esto en las personas!, son situaciones que nos llevan a pensar en que nada es estable y seguro en esta vida, el rumbo muchas veces viene marcado por decisiones de poderosos y otras veces hasta por la propia naturaleza. Nadie está exento de esta realidad, no hay discriminación alguna, adultos, niños y ancianos pueden verse obligados a marcharse, a buscar otras latitudes para sobrevivir, así como alguna vez tocará marchar a la Casa del Padre en el Cielo.

Hoy por hoy, en las culturas modernas, se ha avanzado considerablemente en cuanto al tema de los extranjeros, entendiendo que los organismos internacionales y las nuevas leyes con tendencias garantistas han procurado el reconocimiento de sus derechos más básicos como el trabajo y la vivienda. Pero, paralelamente, surgen puntos de vista nacionalistas extremistas, dejando a un lado la condición humana que a todos nos une. Sería, tal vez por eso que, en el Texto Bíblico se habla de la asistencia al forastero como una bienaventuranza; una obra que nos llama a romper las tildes de las nacionalidades, las cuales fueron creadas por el hombre mismo desde el individualismo. Esto es una realidad y la historia lo confirma cuando se consulta de las razones que llevaron a las divisiones político-territoriales.

Lo que sí es cierto, es que la migración casi nunca representa una carga para el país receptor, los estudios sociológicos han puesto en evidencia que la unión de distintas culturas, producto de las diásporas, tiene un efecto positivo en la región. En primer lugar, se da la divulgación del conocimiento y experiencias en lo académico y lo práctico. Las doctrinas adquiridas en las casas de estudio van trascendiendo las fronteras al igual que las buenas prácticas empresariales, lo que trae consigo una amplitud de perspectivas en las organizaciones; y esto definitivamente es positivo para la sociedad.