Junio 2021: Crónicas de un Puertovarino a Pie

Texto por: Seba Schirmer L. – Ilustración: Kipper Art (Rafael Angulo) @kipper_art

Y llegó la mitad del año (¡y mi cumpleaños!). Otro año que sigue en el limbo de movernos entre encierros voluntarios, malas políticas públicas y, por supuesto, dicotomías en el autocuidado. Pero no quiero hablar de pandemias ni encierros, quiero hablar de libros. Me encanta leer y tengo una nutrida biblioteca, pero hace unos años me pasé a lo digital: un hermoso Kindle. Ok, los puristas dirán que no reemplaza a un libro en papel y blablablá, pero les digo que si, lo puede reemplazar, e incluso es mejor. Primero la variedad, las librerías chilenas tienen una variedad limitada, prefiriendo best sellers y clásicos. En Amazon y la internet se pilla prácticamente de todo. Segundo el precio, el precio de los libros físicos es absurdo, especialmente en un país semi analfabeto como el nuestro. Un libro físico cuesta, en promedio, unas quince lucas, mientras que uno digital sale unas siete (sin considerar la tremenda biblioteca pública digital, ¡totalmente gratis! bpdigital.cl). Por último la comodidad, andar cargando cincuenta o cien libros es inviable, mientras que en mi Kindle tengo alrededor de mil. Habiendo dicho esto, si hay algo que me encanta y añoro es una buena tienda de libros usados. Esas que son pequeñas, apretadas, llenas de libros desde el piso al techo y con ese olor a papel añejo. Un deleite. Esos lugares donde uno puede pasar horas encontrando pequeños tesoros, deleitándose ojeando libros, hasta encontrar esa ganga que siempre quisimos. Lamentable que, al igual que los lectores, cada vez vayan quedando menos de esos rincones de libros usados. Acostumbro a comprar libros usados en internet cuando los precios son buenos, pero lo que realmente quisiera es una tienda de libros usados en nuestra ciudad. ¿Quizás ponerla yo mismo? Lo pensaré.