Por: Agustín Oyarzún Velásquez, Profesor de Lenguaje y Comunicación /Investigador Paranormal – IG @paranormal_austral
Hace miles de años el hombre antiguo sintió la necesidad de explicarse ciertos fenómenos que lo maravillaban y en cierto modo, aterraban. Así, comenzó a inventarse historias que involucraban a seres etéreos, deidades, y un sinfín de otros entes todopoderosos que tenían control sobre el mar, los animales, el viento, los sueños, y todo lo que necesitase un esclarecimiento. Estos relatos comenzaron a contarse de generación en generación, gracias y por medio de la tradición oral; posteriormente, estos pasarían a ser eternos gracias a la escritura. El mito nace para que el ser humano se sienta tranquilo respecto a las cosas que no era capaz de explicarse por su limitado conocimiento del mundo, y también, como advertencia, para ser precavidos en lo que hacían, en obedecer las leyes y normas impuestas por los mayores, y evitar un terrible castigo divino.
Ahora nosotros, los humanos modernos, miramos hacia atrás, leemos sobre mitología y pensamos en lo ridículo que muchas de esas historias suenan. Sin embargo, así como somos de avanzados, siguen existiendo cosas que no hemos sido capaces de explicarnos aún, y ya no recurrimos al mito, sino que a su símil moderno: la teoría conspirativa.
Una teoría conspirativa se define como “una teoría alternativa a las oficiales que explican ciertos acontecimientos de relevancia por medio de la intervención de grupos o sociedades secretas y poderosas”. El ejemplo más común de esta definición es la ligada a los Illuminati, una siniestra organización que movería los hilos del mundo en medio de las sombras. Esta sociedad secreta intentaría imponer un nuevo orden mundial con un gobierno totalitario, reclutando personajes de todas las esferas sociales, con el denominador común del dinero, poder e influencias. Se especula que son culpables de conflictos bélicos, atentados, desestabilización de gobiernos, etc. Aterrador, ¿cierto? Sin embargo, a pesar del sinfín de especulaciones y supuestas pruebas existentes – como “el ojo que todo lo ve” en los billetes de un dólar, o sus representaciones haciendo un triángulo con los dedos sobre un ojo realizadas por famosos – algo tan grande no podría seguir manteniéndose oculto. Empero, en defensa de esta organización, debe señalarse que sí existió hace muchísimos años: los Illuminati de Baviera, una sociedad secreta fundada en 1776 que se oponía a la influencia religiosa y el abuso de poder del estado, disuelta y prohibida finalmente en 1785. Así como en la antigüedad, las creencias modernas tienen arraigo en cosas reales.
Del mismo modo, la teoría de la conspiración que refiere al SARS-CoV-2 como una creación en algún recóndito laboratorio de China ganó gran popularidad hace no mucho tiempo. La cantidad de personas que comenzó a señalar que esta nueva cepa de coronavirus fue creada artificialmente con fines malévolos – reducción de la población mundial, frenar protestas y sublevaciones en diferentes partes del globo – y aquellas que lo apuntaban como una cortina de humo, fue creciendo exponencialmente. Y esto nos lleva a otro punto: los antivacunas. Aunque esto no es nuevo, muchas personas creen y han creído que las vacunas provocan más daño del que curan, y que inclusive, aquellas que se crearon para combatir la pandemia contenían microchips con los cuales se pretendía controlarnos. Y al día de hoy, muchos más aún ven con cierto recelo la idea de vacunarse.
Ahora bien, ¿por qué tanta gente cree en esto? Porque al igual que los mitos antiguos, necesitamos que ciertos eventos que parecen escapar de nuestro entendimiento y más aún de nuestro control, tengan una explicación. Sopesemos. ¿Con cuál de las siguientes explicaciones se siente más tranquilo? A) El Covid-19 fue creado artificialmente por científicos chinos en un laboratorio y provocaron la pandemia; las vacunas se consiguieron rápido porque ya tenían todo preparado desde mucho antes. B) Se desconoce el verdadero origen de esta nueva cepa, probablemente se trate de una mutación, lo que dificulta encontrar una cura que la erradique por completo, sin embargo, los avances científicos permitieron tratamientos paliativos mientras se descubre la definitiva. Hace unos meses, muchos optaron por la A, porque esta respuesta los “tranquilizaba”. Tememos a lo desconocido, a lo que no podemos explicar ni controlar. Es inquietante pensar que la pandemia tiene un origen no determinado al cien por ciento.
Las “conspiraciones” y los mitos no son muy distintos, ya he planteado que lo primero es una modernización de lo segundo: ambos surgen para que el ser humano puede explicarse todo aquello que no entiende o a lo que teme, con el afán de sentirse mucho más tranquilo consigo mismo y creer que todo tiene un orden y razón de ser – aunque sean cuestionables – ya que pensar que son simplemente productos del azar, las malas decisiones, o eventos fortuitos, nos aterra. Todo debe tener una explicación al final del día, por más extraña que resulte.