Por: Víctor González Frías – Libros Mackay
Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto, nació el 12 de julio de 1904 en Parral y murió el 23 de septiembre de 1973 en la ciudad de Santiago.
Hijo de Rosa Basoalto Opazo, profesora en la Escuela Nº 2 de Niñas de Parral, que muere de tuberculosis, cuando el pequeño Ricardo tenía un mes de nacido. Ese vacío doloroso lo acompañará toda la vida. Su padre José del Carmen Reyes, provenía de una familia campesina de la región del Maule, territorio que abandonará para trabajar como obrero en la construcción de diques en el puerto de Talcahuano y maquinista ferroviario en la ciudad de Temuco.
A la edad de dos años, Ricardo se traslada a vivir con su padre y su nueva esposa Trinidad Candia Marverde, a quien el poeta bautiza como su «Mamadre«.
En los parajes de la selva fría donde vegetación y bosques son protagonistas, vivirá sus días provincianos, entre “la poesía y la lluvia”.
…“ Comenzaré por decir, sobre los días y años de mi infancia, que mi único personaje inolvidable fue la lluvia. La gran lluvia austral que cae como una catarata del Polo, desde los cielos del Cabo de Hornos hasta la frontera. En esta frontera, o Far West de mi patria, nací a la vida, a la tierra, a la poesía y a la lluvia”…
Infancia y poesía; en “Confieso que he vivido” (1974).
En 1910 ingresó al Liceo de Hombres de Temuco, donde realizó todos sus estudios hasta terminar el 6° año de Humanidades en 1920. Su primera publicación fue el artículo “Entusiasmo y perseverancia”, en el diario “La Mañana” de Temuco, impulsado por la generosa motivación de Gabriela Mistral, que trabajaba como directora del vecino Liceo de Niñas.
Pablo Neruda, no sólo se maravilló con la imponente geografía de lagos, ríos y cordilleras; sino que aprendió a contemplar y amar profundamente la naturaleza, relación íntima que cruza toda su obra poética y que fue hilvanando en sus largas caminatas por los exuberantes bosques de Boroa. Lugar de antiguos enfrentamientos entre los conquistadores españoles y el mundo Mapuche, despojado de su territorio. Este paisaje simbólico lo habita e interpela a cada verso.
“…Bajo los volcanes, junto a los ventisqueros, entre los grandes lagos, el fragante, el silencioso, el enmarañado bosque chileno… Se hunden los pies en el follaje muerto, crepitó una rama quebradiza, los gigantescos raulíes levantan su encrespada estatura, un pájaro de la selva fría cruza, aletea, se detiene entre los sombríos ramajes. Y luego desde su escondite suena como un oboe… Me entra por las narices hasta el alma el aroma salvaje del laurel, el aroma oscuro del boldo… El ciprés de las Guaitecas intercepta mi paso… Es un mundo vertical: una nación de pájaros, una muchedumbre de hojas”…
(El bosque chileno. 1974)
En 1921 Pablo Neruda se traslada a Santiago, donde escribe y publica sus primeros libros: “Crepusculario” en 1923, “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” en 1924, “Tentativa del hombre infinito” en 1926 y su novela “El habitante y su esperanza”, lo que inaugurará una bibliografía prolífica de más de 45 libros, traducidos a 35 idiomas.
En 1927 inició su travesía diplomática por diversos países, ocupando cargos consulares en Birmania, Ceilán, China, Madrid, París y México.
La obra poética de Neruda alcanza las cumbres de la literatura hispanoamericana y lleva a nuestro país a recibir por segunda vez el Premio Nobel de poesía un 21 de octubre de 1971.
Pese a la fama, la vida intensa, militante y a ratos polémica, una obra totalizadora y universal, en este Pablo siempre anduvo Ricardo Reyes, el niño sureño encandilado por los paisajes y bosques sobrecogedores que fueron el arrullo y refugio de sus carencias y dolores de infancia, fue en esa sonoridad y silencio donde fraguó la potencia de su palabra.
…”Para saber y contar y contar para saber… tengo que empezar así esta historia de aguas, plantas, bosques, pájaros, pueblos, porque es eso la poesía, por lo menos mi poesía. La naturaleza allí me daba una especie de embriaguez”…
(Mi infancia y mi poesía. 1954)