IG @lorena_dbg / Psicóloga Educacional
Reg. MINEDUC 256057 – Universidad de Viña del Mar
Muchos se cuestionan qué tanto ha cambiado los tiempos para aquellos de la generación “X”. SI recordamos tan sólo un poco, nos daremos cuenta que hemos transitado por diferentes sucesos históricos, primero con el inicio de la digitalización y segundo, con la expansión masiva del internet; esto sin duda, nos viene a demostrar que efectivamente sí han cambiado muchas cosas. Hace unos años atrás, aún estábamos ad portas de internet, celulares y tecnología avanzada, sin embargo, todavía Jugábamos en las calles, plazas, parques y cualquier objeto era un estímulo importante para nuestra imaginación. Juegos sencillos, como saltar la cuerda, jugar a las bolitas, trepar los árboles; eran actividades que de alguna manera nos hacía conectarnos con la naturaleza, con esos espacios de libertad donde todo parecía apreciarse aún más.
Hoy en día a los niños y niñas se les ve pasando mucho más tiempo en sus habitaciones, jugando play station o en el celular, situación que se ha incrementado aún más debido a la pandemia. Esto ha provocado serios problemas en sus estados de ánimos y la forma que tienen ahora de interactuar. Este es el gran cambio al que se le debe poner énfasis, porque afecta la esencia de las actividades que se realizaban aire libre, con amigos y la familia, generando consecuencias destructivas en la forma de dialogar.
Es cierto que la tecnología nos ha facilitado en muchos aspectos, tiene cosas fascinante que finalmente todos podemos beneficiarnos de ella, contribuye de manera importante, nos proporciona medios valerosos para trasmitir, acceder e interpretar la cantidad progresiva de información, instalándose abruptamente en nuestra cultura. En otras palabras, estamos a un sólo click de información y de respuestas inmediatas que nos proporciona internet. Sin embargo, cuántos de nosotros disfrutábamos pasar horas mirando el cielo, las estrellas, y preguntándonos por días: ¿por qué el cielo es azul?, ¿por qué las hojas caen en Otoño?, ¿por qué las nubes flotan?…
Es de esta manera como quisieran que los niños miraran el mundo, conectados a la naturaleza, fuera de sus habitaciones y con una esperanza a que recobren esas habilidades sociales que han sido interrumpidas. Los beneficios de la naturaleza son infinitos, no sólo para nosotros, sino principalmente para todos los niños, niñas y adolescentes que se encuentran en distintas etapas de crecimiento, pues ofrece un espacio al desarrollo cognitivo y emocional, les permite explorar, les da la apertura a la creatividad espontanea, con posibilidad de moverse y de reflexionar. Ciertamente, los ayuda a encontrase con sus emociones y pensamientos más profundos.
Es por ello que resulta necesario promover la naturaleza como una fuente de restauración, una parte fundamental del desarrollo cognitivo y emocional de todo ser humano. Esto, nos ayudará en un futuro a formar niños y niñas con mejores herramientas, más equilibrados, con habilidades motrices avanzadas (las cuales permitirán apoyarse en los aprendizajes motores posteriores), con un desarrollo emocional adecuado, mejores experiencias, y sobre todo con una conciencia ambiental que debe continuar de manera generacional. Con esto, podríamos evitar lo que nosotros como especialistas no queremos presenciar en los niños, niñas y adolescentes; el síndrome por déficit de naturaleza.