Nuestro querido puertovarino a pie nos trae sus vivencias cada mes, y en esta oportunidad; un bis. La situacion lo amerita.
Texto: Seba Schirmer Lecaros. / Ilustracion: Andres Zurita
¡Feliz cuarentena! Una gran oportunidad para redescubrir el hogar y hacer tareas como: arreglar esa gotera o mueble que lleva meses ahí; aprender a cocinar pan u otro plato que siempre hemos querido o simplemente jugar con el perro. Una gran oportunidad para estar con nuestros hijos y de paso perder la cordura. Al menos podemos saber que es lo que sienten aquellos criminales que con suerte, buen abogado y mal fiscal, terminan pagando penas de reclusión domiciliaria total.
Pero entre toda la histeria y medidas de control de la pandemia, también tenemos que ser responsables. No solo evitar matarnos entre nosotros en este largo encierro, sino también ser conscientes que, al ponernos en riesgo a nosotros, ponemos en riesgo al resto de la población. Por ello evitar salir es primordial, pero muchas veces el “sistema” no ayuda.
Como por ejemplo yo y el banco. Uso mi cuenta rut para pagar ciertas cuentas, pero en la fecha de pago no se le ocurre nada mejor al banco que bloquear la tarjeta, por ende, no puedo pagar por webpay. Al llamar al servicio al cliente descubro que me han bloqueado la clave telefónica, por lo que no puedo hacer nada por teléfono y que debo ir a la sucursal más cercana, en medio de una pandemia (todo esto dicho por un simpático robot que de vez en cuando repite que el banco me cuida, ¡gracias Ordenador!). Así que partí al banco, para desbloquear mi tarjeta. Y me topo con que el banco, como medida de “seguridad” ha cerrado las puertas, dejando entrar de a uno, y ¡haciendo una cola afuera! No solo la cola tiene el mismo riesgo de contagio, sino que además todos cagados de frio. No se les ocurrió dar número, o simplemente permitir más gestiones por teléfono o internet (como desbloquear la maldita tarjeta), sino que aplicaron solución sillón de don Otto.
Aquí sigo, en mi casa (no, no me quede a la cola), cuidándome y sin tarjeta ni clave telefónica. Solo la promesa por twitter que alguna vez algún burócrata verá mi caso (probablemente en 90 días más). Pero no todo es tan malo. Ya me dediqué a sacar moras para hacer unos ricos muffins y escribo esto entre la siesta de mi hijo, leo más y …trabajo lo mismo. Ser independiente de antes hace que la novedad del teletrabajo no sea tal, salvo que, por el uso masivo de los nodos de internet, este se vuelva aún más lento (hay cosas falsas y la velocidad prometida de internet del proveedor). Mientras espero que aún baje el pdf veo por la ventana ese hermoso tiempo que tenemos ahora, soleado, sin viento y sin gente. La naturaleza es extremadamente resiliente (es cosa de ver la enredadera de mi patio, que, tras cortarla casi de raíz, ya se tomó mi logia) y ya esta recuperando espacios que hemos “civilizado”.
Es un gran momento para redescubrir nuestros hogares, nuestra familia y nuestros libros, y de paso perder un poco de cordura, terminar esas tareas que hemos procrastinado e ir a hacer colas absurdas a lugares que a estas alturas ni debieran existir. Y seguir trabajando como siempre.
¡Nos vemos en 90 días!
PD: sigue la cagada con las vacunas, aún no puedo vacunar a mi peque