Columna por: Prof. Milagros Rojas, Bióloga. IG @prof.milagrosrojas
En mis años como docente con estudiantes de cuarto año de enseñanza media, siempre iniciaba mi clase de Biología con una pregunta que me permitía explorar su nivel de conocimiento acerca del tema que pretendía explicar. La respiración era uno de ellos, colocaba en el pizarrón el título y les preguntaba:
– ¿Qué es la respiración?
Los estudiantes espontáneamente iban dando sus respuestas, unas más completas que otras, la mayoría coincidía en expresar lo que de sus libros habían aprendido. Pero la respuesta que nunca faltaba y la daba el estudiante que generalmente no había preparado el tema…
- «¡Profe lo único que yo sé es que si no respiramos nos morimos!»
Ciertamente esa respuesta tan sencilla y espontánea que viene de nuestra experiencia, es la que cobra mayor importancia.
La vida como la conocemos comienza con una inhalación profunda en nuestro primer llanto y día tras día la coordinación perfecta de muchas funciones en nuestro cuerpo, incluyendo la respiración, permite nuestra existencia.
Cotidianamente logramos hacer un sin fin de actividades gracias a que nuestro cuerpo funciona, no nos detenemos a pensar en él a menos que algo nos incomode, sin embargo podemos seguir adelante con algunas molestias. Cuando se trata de nuestra respiración es diferente, si algo la afecta así sea leve, nos obliga a preocuparnos por ella y hacemos todo lo necesario para resolverlo porque es el mecanismo natural que nos ata a la vida, porque queremos seguir respirando, porque no queremos morir.
Actualmente seguimos con la pandemia sentada a nuestro lado. En un principio fue considerada como el factor que obligó a la humanidad a detenerse, ahora pienso que también nos está llevando a poner más atención a nuestra respiración.
Siendo su síntoma más crítico la imposibilidad de respirar, el sistema de salud mundial ha tenido que hacer grandes esfuerzos en adquirir los equipos necesarios para mantener respirando a los afectados. Nosotros en nuestra vestimenta diaria, hemos tenido que incorporar como accesorio a la mascarilla que nos protege del virus y permite que sigamos sanos, pero que al mismo tiempo nos hace sentir que la cantidad de aire que respiramos no es suficiente y nos impide percibir los olores de la lluvia o de la vegetación como cotidianamente lo hacíamos al caminar por nuestra ciudad.
Pareciera entonces que esta pandemia además de detenernos nos está invitando a que apreciemos el estar vivos, a que agradezcamos cada centímetro cúbico de aire que podemos respirar.
No cabe duda que la humanidad quiere seguir respirando, pero necesita retomar un ritmo que no sólo le permita existir, sino que le conecte en cada inhalación y exhalación con la intención de vivir en armonía y constructivamente con su entorno.
Ojalá que en algún momento decidamos no solo dejar «la carrera asfixiante» en la que sin darnos cuenta hemos convertido nuestro día a día, sino que busquemos y pongamos en práctica herramientas que nos permitan sanar nuestras emociones, conectarnos con nuestra paz interior y proyectarla a los demás a través de nuestras acciones. Cada uno de los que podemos leer este artículo en este momento, tenemos el valioso regalo de respirar, queda a juicio propio, si nos valemos de él con la única intención de existir o si además asumimos el hermoso reto de vivir.