Por: Lorena Basualdo González – Psicóloga Educacional
Licenciada en Piscología – IG @lorena_dbg
Reverdecen los árboles, aparecen nuevos follajes, las plantas florecen y hay nuevos aromas, llega la primavera. Mientras algunos disfrutan de este momento único, aprovechando al máximo los días soleados y revitalizándose con toda la energía que el sol nos entrega, hay quienes lo viven de manera muy distinta, tanto así que pareciera convertirse en su peor pesadilla. Existen personas que suelen vivir la primavera (al igual que otoño e invierno) con mucha tristeza, falta de energía y desmotivación, esperando que los meses pasen pronto para poder retomar esas actividades que realizaban antes del cambio de estaciones; a esto se le llama trastorno afectivo estacional (TAE).
Mientras afuera hay un montón de cosas por hacer o actividades que incluso dentro del hogar se disfrutan mucho, las personas con este trastorno quieran permanecer todo el día sin hacer nada y con una desmotivación tan profunda que nada de lo que se les proponga los entusiasma. Sabemos que es normal sentirse triste, todos en algún momento nos hemos despertado bajoneados, desmotivados, incluso sin muchas ganas de levantarnos. Ese apetito que se tiene por ciertas comidas, hoy no nos apetece tanto, las actividades que habitualmente realizamos con ganas, puede que hoy no las tengamos. ¡Claro!, no todos los días son iguales y nosotros tampoco tenemos por qué serlo. Sin embargo, cuando esta situación se transforma en algo permanente, agotador, difícil de controlar y se prolonga más de lo habitual, es importante detenernos y pensar qué está pasando, qué estamos sintiendo, por qué están ocurriendo estos cambios.
Pero, ¿qué debemos hacer cuando se siente desmotivación permanente, se pierde completamente el interés por actividades que alguna vez se disfrutaron tanto? Ya no podemos concentrarnos, nos sentimos desesperanzados, tanto así, que creemos que somos inútiles, tenemos sentimientos de culpa, comenzamos a presentar problemas para conciliar el sueño, incluso se vuelve más preocupante cuando tenemos pensamientos reiterados de muerte y suicidio. Pese a que aún se desconoce la causa específica del TAE, es importante mencionar algunos factores que podrían estar incidiendo en esta alteración.
Una de las interpretaciones es que el TAE en primavera tiene relación con un proceso en el que nuestro organismo se traslada de una estación a otra. Por un lado, nuestro cuerpo se acostumbra en invierno a estar menos expuesto a la luz solar, generando más melatonina y así organizando nuestro ciclo de sueño y estado de ánimo (ritmo circadiano). Sin embargo, cuando llega la primavera, nuestro organismo comienza a desorientarse al tener nuevos horarios producto del aumento de luz solar y la duración de los días.
En el caso del invierno, el limitado nivel de luz solar en los meses de otoño e invierno podría causar la aparición del TAE. Esta situación solar puede alterar el reloj interno del cuerpo y provocar sentimientos depresivos. Además, la disminución de la sustancia química cerebral llamada serotonina, que afecta los estados anímicos, también es un factor importante a considerar. A esto se suma el cambio de temporada lo que podría alterar el equilibrio del nivel de melatonina en el cuerpo, lo cual interviene en los patrones de sueño, se tiene menos energía y por consiguiente, afecta los estados anímicos.
Lamentablemente, debido al confinamiento sumado al aislamiento social y físico se generan elementos estresores que podrían contribuir a dañar más la salud mental de las personas. No salir de la casa, no obligarnos a realizar actividades y no exponernos a la luz solar, pone más en riesgo a aquellas personas que sufren de trastorno afectivo estacional, y no sólo lo anticipa, también lo incrementa aún más. En algunos casos específicos, se sugiere un tratamiento único en base a terapia de luz como método preventivo, es decir, comenzar en los meses de otoño con su uso. Este tratamiento consiste en el empleo de una lámpara que emite luz del espectro azul de gran intensidad, simulando la solar. No obstante, es importante señalar que todo tratamiento debe siempre ir acompañado de un especialista que evaluará las características individuales de cada persona para indicar el mejor procedimiento.
Por ahora, mientras podamos realizar caminatas cortas y diarias, mantener una dieta saludable o simplemente abrir las cortinas, persianas y ventanas para que entre toda la luminosidad, debemos hacerlo ya que se trata de simples acciones que podrían ayudarnos a aminorar en alguna medida este trastorno.