Por: Antonia Guzmán – IG @xantoniaguzman
Una de mis frases favoritas, de una de las mejores autoras que he tenido el gusto de leer, dice “por las estrellas que escuchan, y los sueños que se hacen realidad”. Todos nosotros tenemos sueños, metas y aspiraciones. No creo que seríamos humanos si no los tuviéramos. Pienso que los sueños no son solo algo que podemos darnos “el lujo” de tener, sino que son algo necesario, pues nuestros sueños son aquello que nos harán levantarnos por la mañana cuando hay cansancio, frío y pocas ganas. Aquí quiero distinguir entre objetivos y SUEÑOS; sueños en cursiva, mayúscula y negrita. Hace años lo único que yo quería era terminar el colegio con buenas notas y poder entrar a la universidad. Ni siquiera sabía qué quería estudiar, pero esa era mi meta máxima: no pensé mucho más allá. Ahora, mi objetivo cambió a terminar la universidad (también con buenas notas) y estudiar otra carrera. Quizás más adelante cambie de nuevo, y dentro de mi lista estarían encontrar un trabajo, aprender a sustentarme por mi cuenta y seguir desarrollándome como profesional. Pero esos no son sueños, son objetivos.
¿Mi sueño? Mi sueño es ser una autora reconocida, con muchísimos libros publicados y traducidos a varios idiomas. O ser ilustradora de libros… o ambas. Suena loco y suena complejo, sí. En general el mundo artístico lo es, pero esa es la gracia de los sueños: será difícil, mas no imposible. Y, además, es gratis. Nada nos impide soñar.
A menudo la sociedad actual nos hace creer que lo más importante es el sustento, y que debemos dedicarnos a algo que pueda brindárnoslo… como si los sueños no pudieran y, por ende, debiesen ser dejados de lado. ¿Por qué? Porque es complicado, incierto y quizás solo alcanzable a muy largo plazo. El camino suele ser difícil y poco estable. Y, si nos damos cuenta, a menudo esos mayores sueños que terminan siendo frustrados tienen que ver con lo artístico: la pintura, la gastronomía, dedicarse a la música, a la danza o a la escritura. Esos no son más que unos pocos ejemplos de los muchos más que hay, de los cuales nos inclinamos a creer que son demasiado “imposibles” y quedan en el olvido. Sin embargo, sin uno lo piensa de otro modo, los presidentes, astronautas, cantantes o famosos pintores partieron siendo un niño o niña con un sueño tal vez demasiado grande, y de algún modo en el camino ese deseo ya no fue solo eso, sino una realidad.
Vivimos en un mundo en el que se vive para trabajar y no al revés, como debería ser, lo cual, en mi opinión, nos ha hecho estresarnos y desgastarnos más de la cuenta, y olvidarnos para qué es realmente la vida: para vivirla. Sí, sé que a veces uno no puede permitirse dejar de lado las cosas que nos dan sustento diario, pero pensemos en lo que ocurrió con la pandemia: muchas personas perdieron sus empleos y tuvieron que reinventarse, tomando un camino emprendedor y que antes jamás se hubiesen atrevido a abordar. Cuántos pasaron de días monótonos de oficina a estar en casa haciendo manualidades u horneando cosas para vender.
Lo importante de los sueños es atreverse a intentar, a dar ese primer paso hacia algo que nos puede hacer sentir felices y plenos, sin miedo a fallar, porque por intentar no se pierde nada. Como mucho, volverás a donde empezaste. Con esto te quiero invitar a ti, que estás leyéndome, a que intentes, que trates y no te rindas, al menos no sin pelear por tus sueños. Que des ese primer paso y veas hasta dónde puedes llegar, porque puede ser muy lejos. A que pienses en tus sueños y te atrevas a vivirlos a que los sueñes despierto, con fuerza y con ganas.